Es un proceso benigno que se manifiesta con pérdida de conciencia, rigidez y/o una serie de movimientos anormales, coincidiendo con fiebre. Afecta a niños menores de 5 años de edad, y excepcionalmente después de los 5 años, existiendo algunas familias con mayor predisposición para presentarlas. A pesar de no ser peligrosas, provocan una gran alarma y angustia en los padres. Las convulsiones febriles son distintas de la epilepsia. Se produce por la especial susceptibilidad de estos niños a reaccionar mediante una crisis convulsiva ante la existencia de fiebre, lo que origina una serie de descargas nerviosas que se traducen en unos movimientos especiales y en pérdida de conciencia. La convulsión febril se manifiesta con pérdida de conciencia y con rigidez del cuerpo del niño, alternando con flojedad, o con sacudidas musculares rítmicas de todas las extremidades o de las de un lado, movimientos de los ojos, de la mandíbula etc. Esta situación se prolonga durante unos segundos o minutos, finalizando con cansancio y sueño. En casos excepcionales la duración de la convulsión febril se prolonga más de 15 ó 20 minutos, situación que debemos evita. La convulsión febril se diagnostica por la coincidencia simultánea de las manifestaciones anteriormente descritas y la fiebre. En las convulsiones febriles no es necesario realizar un electroencefalograma. No hay que confundirlas con los escalofríos, tiritonas, o delirios. Tampoco son convulsiones febriles los síncopes febriles que son episodios que cursan con fiebre y pérdidas de tono muscular (se queda flácido), condicionadas por defecto de la oxigenación cerebral o alteraciones del sistema nervioso vegetativo. La convulsión febril no es una epilepsia: enfermedad crónica en la que el cerebro produce descargas nerviosas que se manifiestan de diferentes formas que pueden variar entre los ataques de gran mal (muy aparatosas con pérdida de conciencia y movimientos anormales) y breves ausencias que pueden pasar desapercibidas. Las personas epilépticas se controlan muy bien con medicamentos específicos que deben tomar diariamente durante varios años. Las convulsiones febriles no son peligrosas y en la mayoría de los casos cesan por sí solas, sin tener que recurrir a ningún tratamiento específico. Cuando le da la convulsión debemos situar al niño boca abajo con la cabeza vuelta hacia un lado para evitar que el niño aspire en caso de vómito. Debemos intentar bajar la temperatura quitándole la ropa y administrando un antitérmico. No debemos nunca emplear agua fría porque los escalofríos podrían hacer aumentar la temperatura.
Si se produce una convulsión se coloca al niño sobre una superficie blanda sin intentar impedir sus movimientos convulsivos. Si la crisis no pasa se debe trasladar inmediatamente la niño al Servicio de Urgencias. Es importante que la convulsión dure el menor tiempo posible porque cuando se prolonga durante más de 15 ó 20 minutos existe el riesgo de secuelas, especialmente retraso en el aprendizaje o de epilepsia. Aproximadamente la mitad de los niños que han tenido una primera convulsión coincidiendo con fiebre, vuelven a tener convulsiones febriles. Aunque habitualmente, la convulsión es la primera manifestación de la enfermedad febril, si el niño tiene fiebre, es conveniente intentar bajar la temperatura lo antes posible, pero no es conveniente hacerlo de forma muy brusca. Para ello, hay que quitarle la ropa y administrarle un antitérmico, preferentemente paracetamol. Se debe acudir a urgencias: Si la convulsión ha durado más de 15 minutos. Si la convulsión ha sido breve pero se ha repetido. Si la convulsión ha sido de una pierna o de un brazo y no generalizada. Si la fiebre que ha originado la convulsión no cede con antitérmicos.
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